miércoles, 6 de julio de 2011

El veneno dulce

Cuando se tiene un consumo excesivo diario de azúcar, el hígado llega a su máxima capacidad y se hincha como un globo y devuelve a la sangre el exceso de glucosa en forma de ácidos grasos que se transportan a cada parte del cuerpo. Primero, eligen las áreas más inactivas del cuerpo para almacenarse: las caderas, el abdomen, los glúteos y el pecho. Cuando ya están llenos hasta el tope, los ácidos grasos acampan entre órganos más activos, como el corazón y los riñones. Es entonces cuando la función de estos órganos se ralentiza, degenerando sus tejidos y volviéndolos grasos. El organismo queda afectado por una funcionalidad disminuida, produciendo una tensión sanguínea anormal que lleva al afectado irremediablemente al sedentarismo.
 
El azúcar refinada no es buena, porque no aporta ningún nutriente, solo calorías vacías.  Los azúcares son causantes muy directos de obesidad, de un desequilibrio nutritivo y caries.  Edulcorantes químicos como el aspartamo, la sacarina y los ciclamatos se les ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer. El problema radica en la forma en que incorporamos los azúcares a la alimentación, las frutas y las verduras, por sí mismas, ya aportan azúcares en una forma más saludable.

Cuando comemos azúcar perdemos vitaminas del grupo B, calcio, fósforo, hierro y otros elementos nutritivos que salen directamente de nuestras reservas. Si algo es el azúcar, es un auténtico ladrón de calcio. La solución no consiste en beber más leche y tomar más calcio, sino en una correcta alimentación desde jóvenes.

La ingesta de azúcar causa la pérdida de importantes minerales, sobre todo de calcio, que es automáticamente expulsado del organismo cuando irrumpe el azúcar. El organismo no tiene más remedio que coger el calcio de los huesos, lo que contribuye a debilitarlos, degenerando en una osteoporosis. Las mismas caries que se producen en los dientes se van produciendo en los huesos. No se ven, pero se sienten de mayores.

El azúcar no solo es adictivo, sino que también nos lleva a comer de manera descontrolada. Distintas investigaciones demuestran que la ingesta de azúcar tiene influencia sobre la leptina, hormona encargada de mantener controlada la sensación de hambre, el azúcar descompone este mecanismo de saciedad; el que consume azúcar quiere más y más, incluso cuando ya no tienen hambre. Si comes unos huevos dejarás de comer en cualquier momento, en cambio con unas galletas comerás y comerás sin importar si te duele el estómago. Es evidente que esto es usado por la industria alimentaria para incrementar el consumo de sus productos.

El azúcar, por lo tanto, es una forma de la adicción. Es tan difícil luchar contra un antojo de dulce como lo es por un cigarrillo. Es por ello que las dietas funcionan temporalmente. Así como el tabaco y el alcohol, el azúcar es en efecto una droga. Por tanto el uso del  azúcar debe ser desalentado y los usuarios deben estar informados sobre sus
peligros.
  

El azúcar paraliza el sistema inmunológico y que es culpable de desequilibrar la glucemia, con sus repercusiones psicofísicas: el azúcar blanco, absorbido muy rápidamente por el intestino delgado, causa una veloz e intensa elevación del azúcar en sangre (hiperglucemia) que conduce a un estado de excitación física y psíquica, además de hiperinsulismo, diabetes, úlceras estomacales, enfermedades hepáticas, obesidad, indigestión, dermatitis seborreica, falta de concentración, ansiedad, trastornos psicológicos e incluso comportamientos delictivos violentos son otras consecuencias que podría tener el azúcar de más en el cuerpo.

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